Dario Demetrio Rafael Ruiz Cárdenas (1897–1980) was an Ecuadorian journalist, poet, and customs manager. In the 1930s, he founded two newspapers in Guayaquil: El Derecho and El Espectador. He also worked as a writer for other prominent newspapers, including El Universo and El Telégrafo. Ruiz Cárdenas published several of his poems in various publications throughout his life, but a collection of his works has never been compiled into a book.
Background
Dario Demetrio Rafael Ruiz Cárdenas was born on October 24, 1897, in Ecuador. He was the son of José Darío Ruiz Chiriboga and Luz Mercedes Cárdenas. He married Julia María Magdalena Castro Ramos, with whom he had at least four children—two sons and two daughters. The Ruiz family was known to have ties to Cotacachi, Ecuador, reflecting their familial roots in the region. He passed away in 1980 at the age of 83.
Poems
Recuerdos
Es ya mi amor una ilusión perdida
«entre las sombras del eterno olvido».
¡Oh! mi pasión y halago por la vida
han muerto ya, segados por el filo,
de una postrera y triste despedida.
Como si fuese fábula oriental
recordaré el idilio de ese amor,
cuando imprimía en los suyos de coral
mis labios rebosantes de candor,
acompañados de éxtasis triunfal.
Bullan esos recuerdos en mi mente,
recuerdos que alimentan la esperanza
de un futuro que viene sonriente,
que diviso en remota lontananza
que se pierde… allá lejos, en oriente.
Tú, mi vida, mi ser, mi pensamiento
ocultabas mi rostro entre tu seno,
para que así escuchara el dulce acento
de tu cantar, que melodioso y tierno
convertíame en niño soñoliento.
Mas la desgracia arrebató tu vida,
cuando aun estabas en edad lozana.
¡Vaya mi alma con la tuya unida;
vaya a dormir la misteriosa calma
a estar junto con la tuya confundida!
Darío Demetrio Ruiz
Quito, Abril de 1917
Published in: LA IDEA, Órgano de la Sociedad Literaria “César Borja”, Issue 1, 1917.
Elena
(Para M. E. S.)
Es el fuego de amor fuego que quema
con ígnea llama al corazón amante;
ese es el fuego, mi adorada Elena,
que imploro lo mitigues un instante.
Por ser tu amante quien te está diciendo
que le brindes, generosa, un beso,
por ser tu amante quien se está muriendo,
¡oh! dáselo radiante de embeleso.
¡Ven, mi dicha, mi cielo, el alma mía,
y reclina en mi pecho tu alba frente;
para decirte, henchido de alegría,
cuánto te ha amado mi alma providente!
¡Ven a decirme que tu amor es mío;
que me lo brindas con fervor sagrado;
ven y dile a tu dueño idolatrado:
«te perdono en tu loco desvarío!»
Quito—1917.
Darío Demetrio Ruiz
Sin esperanza
Se fue ya de mi pecho la esperanza,
dejando al corazón en agonía;
y se fue, cual exótica fragancia,
a perderse en remota lejanía……
Cuando en las noches de sosiego y
(calma
llamo insistente a la esperanza mía,
repercuten despacio en el cerebro
los sollozos dolientes de mi alma.
Pero aquel eco de dolor profundo
lo lleva el euro en su veloz carrera
a do no alcanza el pensamiento mío
a contemplar la dicha lisonjera.
Darío Demetrio Ruiz C.
Quito.—Junio.—1917.
Soledad Crepuscular
Afectuosamente, a mi distinguido amigo Jorge Servio Moreno.
El sol en el ocaso ya se pierde,
y estela luminosa va dejando
del mar en la ribera;
y de ocaso en ocaso va pasando
a do la eterna soledad impera.
Y en los mares de azules lejanías
su luz se aduna en las profundas simas,
como se arrulla la esperanza mía
al compás de las dolientes rimas
que susurran las ondas de la ría.
Y tras el horizonte, en la invisible
y misteriosa inmensidad lejana,
la hostia de oro del sol se va perdiendo,
y lentamente, la luna, apareciendo
tras las cumbres de altísima montaña.
¡Oh! soledad, testigo de mis penas,
¡ay! sólo tú comprendes mi dolor;
te pido una respuesta, y me contestas
con el silencio mustio y matador.
Tan sólo el eco de mi voz escucho,
que, a lo lejos, se extingue lentamente,
como suave murmullo de las olas
de una distante, rumorosa fuente.
¡Soledad majestuosa de la tarde!
Tú, en silencio, a los Andes los coronas;
y adormeces tus áureos resplandores;
y, muda así, sublimidad pregonas.
Algo de ignoto, indefinible y triste
pienso que es siempre soledad del alma;
soledad es el manto en que se envuelve
el dilatado reino de la calma.
Guayaquil, Enero 18 de 1918.
Darío Demetrio Ruiz G.