Claudio Mena Villamar (Quito, May 28, 1928) is a poet, essayist, journalist, lawyer, and professor. In 1976, he won first prize in the Ismael Pérez Pazmiño poetry contest of the newspaper El Universo for “Las líneas de tus manos” [The Lines of Your Hands]. On February 8, 2007, as he was inducted into the Ecuadorian Academy of Language, he delivered a discourse on the concept of time entitled “Por los túneles del tiempo” [Through the Tunnels of Time], which was released as a book by Editorial El Conejo in Quito, Ecuador, in 2009, and awarded by the Central University of Ecuador. After being appointed pro-secretary of the Academy following the retirement of Filoteo Samaniego in 2006, he was appointed Secretary in 2008 and served until 2013. He is also a member of the Literary Law Society, the House of Ecuadorian Culture’s Academic Section of Literature, the National Academy of History and a founding member of the Ecuadorian Society of Writers “Grupo America.” He was an editorial writer for the newspapers El Tiempo and Hoy, and a columnist for several other publications.
Education
Claudio Mena completed his Jurisprudence doctorate degree at the Pontifical Catholic University of Ecuador (PUCE) and completed additional studies in International Law and Economics at the Central University of Quito and an advanced journalism course at CIESPAL. He was awarded grants by the Konrad Adenauer Foundation in Cologne and the Government of Spain for international Hispanists in 1993 to work on a Historical Research project at the Archivo de Indias, which resulted in a book entitled “El Quito Rebelde” [The Rebel Quito] (1997).
Positions held
- Councilor of the Municipality of Quito
- Legal Director of the National Congress
- President on two occasions of the Ecuadorian Book Chamber
- Vice Dean of the Faculty of Jurisprudence of the Central University, where he was a professor of the History of Law
Works
- Trazos (1964)
- La talla y la imaginería en la Audiencia de Quito – “José Gabriel Navarro” Essay Prize
- Paquisha toda la verdad
- Aquí Ecuador
- Las líneas de tus manos (1977) – “Ismael Pérez Pazmiño” poetry prize
- Voces que volvieron del alba (1988)
- El Quito rebelde (1997)
- El Ecuador a comienzos de siglo (2000)
- Viaje hacia la lumbre (2003)
- El pensamiento político del tuerto Calle y otros ensayos (2006)
- ¿Por qué la historia? (2005)
- Curso de sintaxis (2008)
- Por los túneles del tiempo (2009) – Award from the Central University of Ecuador
- Los rincones de la memoria (2010)
- Antología poética (2010)
Poem
Las líneas de tus manos Ismael Pérez Pazmiño poetry contest winner 1976 I Te hablo sin ver el iris de tus ojos fuera de tus elipses, continentes, desde la playa agreste de mi envoltura humana. Sin campanas ni salmos Bajo un cielo desnudo de arcángeles. Te hablo como si fueras un amigo lejano que guarda la sorpresa de mi horóscopo el primer día del año. Pero cómo decirte si yaces impalpable en el nido del átomo, en el chispazo súbito del rayo, más allá de los huracanes, en el centro salino de las lágrimas. Afanoso te busco en el espiral del sueño y la vigilia. Asecho tu llegada en las pisadas del viento, en el simple milagro cotidiano, pero lúdico y grácil, apenas te columbro, retornas a tus fuentes que generan los ríos y los mares. Acaso nos observas desde la altura donde los niños alzan sus cometas, azotado por vientos y huracanes en el centro de todas las galaxias. Quizás vienes fundido en teologías entre el humo de antorchas milenarias. Quizás tus ojos tristes se humedecen con el humo que aflora de los sirios en las noches pascuales. ¿En qué aire se detuvo tu palabra? ¿Que cábalas que absorben? ¿En qué Deuteronomio se te alcanza? Inconsútil tu cuerpo se recuesta a lo largo de la línea que forma bajo el cielo plomizo el mar inalterable. Conservas tu misterio en el cero infinito del Nirvana; Buda que nos espera piedra inmóvil éxtasis del Samadhi. ¿Habrá un Corán que hilvane tus designios una plegaria un cántico una alabanza que tricen la distancia y desmadejen el hilo que nos lleva al Arca de tu Alianza? Dios ubicuo e inasible como un soplo, una luz, un sortilegio, dinos los comités de tu ágora Si te hallan tus creyentes en los templos, en las escalinatas de tus ríos, bajo la oblicua luz de las pagodas. Dinos si ellos encontraran tu olor de trigo verde, tus celestes misterios y la paz de tus mares en la osamenta abtrusa de dogmas, silogismos y rituales. II Al buscar tus reliquias se me pierden certezas y la duda oxida los metales de una fe que se me escapa mientras en un rescoldo de memoria la esperanza es manzana podrida de mis alforjas. Por eso en este valle enturbiado de lágrimas voy en busca del eco la nube la calandria del misterio que traza la luz en el boscaje para hallar la primera de tus causas. De las cruces cristalinas te descuelgo y entro en mis catacumbas pobre de sacramentos buscando soluciones al judaico teorema de los diez mandamientos. Dinos dios el lugar de tu morada la luz que te encandila setenta veces siete el nombre que te nombra para llamarte cuando la higuera se consuma en algún Sinaí de tentaciones. Voy en pos de los ritos: cábalas, abluciones, ramadanes, me humedecen las aguas de todos los bautismos, pero sigues oculto cual sombra desvalida en los carismas de todos los altares. ¿Habrá un rastro secreto que nos lleve hasta el centro de tus lunas ingrávidas? Al recodo en que alumbras tus fogatas, a la playa de arena incandescente donde Tú nos reservas inmóvil la llegada? Cuáles son tus arcángeles los labios que humedeces los ojos que dilatas las manos que te palpan. ¿Tras qué misterios rondas en que pesebres naces dónde están tus auroras? Por las babeles altas de tus torres asciende tu anagrama pero ninguna lengua te delata. En algún Himalaya congelas tu palabra y subes por las nieves unido al Dalai Lama. Señalános la torre de tus sueños, el hogar que calientas a la diestra del Padre, la paloma que encarna tu tercera persona, el garito en que juegas nuestra suerte o desgracia. ¿Habrá una danza un loco frenesí que nos transporte el piélago de tu paz insondable? Espasmos de macumba derviches giratorios pues que en noche incansable de monótonos sones bailan hasta la muerte las mil danzas sagradas. III El Dios de Israel, arena prometida, terrible en tu venganza y en tus cóleras tus semillas se pierden entre becerros de oro. Prisionero de biblias una nube te lleva agobiado de historias y patriarcas mientras tu rostro emerge en las batallas frente al pueblo escogido porque eres ¡Oh misterio de misterios! El Dios de los ejércitos. Al final de un antiguo testamento vienes desde Samaria entre espigas de paz y miel silvestre multiplicando panes de bondad en el nombre del padre y del espíritu. Son doce pescadores prendidos en la red de tu palabra que nos anuncia un reino que se viene en cada Padre Nuestro. El amor es batalla y empiezas a ganarla con el verbo y basta tu saliva para que el ciego vea. Milagros y parábolas no hacen más grande el ojo de la aguja. En la sombra acuñan los denarios para el beso de Judas. Te convierten en pan y vino dulce porque una cruz te espera sobre el Getsemaní de las tradiciones. En el Gólgota exprimes la esponja del martirio. Envías un ladrón al paraíso y cumplidos los últimos misterios retornas a tu padre. No hay dioses en las tumbas, Jesús de Galilea, la espiga de tu cuerpo venció la enorme piedra. IV Vinieron catacumbas, persecuciones, mártires, pero a la orilla santa de tu nombre tu iglesia se volvió cardenalicia. Por eso, sin la pompa de las tierras de pulso más liviano en la hogaza de pan que se reparte, en la sed que se sacia en las manos que cubren al desnudo en los niños que juegan con tus barbas. Tu doctrina: El Sermón de la Montaña, la mejilla dispuesta a una nueva bofetada, ser último en la mesa del banquete para llegar primero a tu morada. Huir del poderoso de la piedra del escándalo del rezo que se reza para que otros lo oigan, de que forniquen en vano y no perdona del que mata y atesora monedas que se deben al César. Así, oh Dios, pasó tu faz cristiana y volvieron las turbas los verdugos, la manzana envuelta en serpiente, el trasiego del odio en nuevos odres el aliento del Malo en las tinieblas. Pasó tu eres cristiana con el rezo del ángelus en el hambre de las fieras se quedó sin los mártires. Desprovisto de aureolas y cortejos de santos quedaste de arquitecto, de Dios de los Filósofos, de motor y primera de las causas. En el círculo interno de tu ciencia el hombre que creaste en mal presagio olfateó como lobo tus apriscos. No hay velos desgarrados en el templo ni vírgenes que esperan con sus lámparas. Levantamos más cruces en el alba el agua es de Pilatos y no basta para las manos largas del pecado. En nuevos Sanedrines comparece esa voz que clama en el desierto. El hombre no se fía de milagros: le sobran las probetas y los ácidos para negar tus puntos cardinales. A la dorada sombra del altar vuelven los mercaderes porque no los expulsa el látigo de tu ira. Mientras tanto, los hijos de este mundo refocilan y gimen en tristes lupanares gestando en las tinieblas l as últimas monedas de Satán. V Quiero arrojarte un lazo corredizo para pegarte en mi álbum y canjear tus estampas. Entonces, desearía preguntarte: ¿cuáles son tus metáforas, silogismos y números sagrados, si está tu ley en tablas, en círculos o triángulos, qué haces en los espejos que se trizan en los mágicos filtros en las lenguas que suben de la llama? Debe existir un soplo, una brizna un círculo cuadrado que te lleve y te traiga. Afina tu palabra por escucharla absorto en todos los calvarios, retumbando en las grutas de los siete pecados o a la sombra de un árbol. ¿Será tu voz monólogo de paja que crepita? ¿El estampido súbito del trueno? ¿Los pasos que se escucha con los duendes del alba? Será que hacer silencio de una mirada larga? Habrá que oírte siempre en estado de gracia o se filtra tu voz en los turbios riachuelos del llanto cuando agudos puñales se clavan en el alma? Oigo tu caminar por mis tejados bajo luna impúdicas que violan astronautas. Presiento tu llegada cuando miro la ecuación que resuelven las hormigas, cuando escucho en la noche el rugido del viento en las rendijas y el aullido de algún perro noctámbulo. Oh, Dios del universo y del rectángulo permaneces geométrico en tu ciencia cuando yo necesito algún milagro que yo te cueste nada y me lleve a tus naves. Necesito las líneas de tus manos un silbido una nota un astrolabio una mujer adúltera para dejar el móvil la pedrada. Quizá puedas enviarme un logaritmo un ábaco una línea imaginaria, el cielo convertido en lapislázuli. Oh Dios, autodidacta, sorpréndeme de noche en el dintel del pecado extinguiendo luceros, modelando cariátides. Quiero verte traslúcido bajo el ala de un ángel en el último grano del espiga, en la trémula esfera del rocío, dibujando arco iris, contando golondrinas, esfumando mañanas. Descúbrenos tu juego para buscar el aire que nos falta, ese juego es que somos el sueño que nos sueñas, la lumbre que mantienes encendida hasta el día secreto que la apagas. En qué lunas descansas la fatiga del sábado, tras qué constelación escondes tus teoremas y el secreto del alma. Remóntanos al cáliz de la nada a tu tibio regazo de magnolia para encontrar la lengua de tu verbo. Quiero mirar tus ojos y sentir tu respiro en las dunas estériles de mi búsqueda interna cuando no hay un „ahora” sino un „siempre” y el mundo es de obsidiana. VI Quizás vienes de incógnito en el río fondo afanoso de mi sangre y te advierto en el débil palpitar de las sienes en la sed que me abraza en el sexo que me urge en una arteria que estalla. Quisiera que en tu eterna duermevela me tuvieras atado como un remordimiento un antojo, una lágrima. De tus mil rostros debe haber uno que al menos reconozca, que se expanda anulando mi conciencia para formar el mismo centro de todo círculo, la planicie, la estepa, el mar abierto. Pero estoy en tus redes casi sin advertirlo, uncido, capturado y busco tu silueta cuando en vano la tengo en la sombra que sigue mis pisadas en el viento que agita los manglares del alma. VII Cuando el día adelgaza su estertor de crepúsculo y las sombras avanzan, cuando recuerdo todo lo vivido en un segundo intenso, inacabable, cuando se despedazan las certezas y cae sin sentido este aire, esta ventana este suspiro —polvo de realidad en el abismo— te encuentro metafísico, fácil, iluminado, transparente, como si antes de último y final cataclismo un elixir me diera sabiduría al fin, tu santo y seña al fin para el viaje de vuelta que es morir al fin. (From Voces que vinieron del alba, 1988)